viernes, 4 de enero de 2008

“El feminismo socialista quiere abolir la familia y el matrimonio”

LA GACETA DEL LUNES, 10 DE DICIEMBRE DE 2007

JESÚS TRILLO-FIGUEROA MARTÍNEZ-CONDE ESCRITOR Y ABOGADO

“El feminismo socialista quiere abolir la familia y el matrimonio”

SANTIAGO MATA

Madrid. Cartagenero de 52 años, Jesús Trillo-Figueroa es abogado del Estado. Escribe sobre pensamiento político y arte. Sus dos últimas obras estudian la ideología de nuestro actual Gobierno. Hablamos de la más reciente, que se presenta mañana a las 19.30 horas en el madrileño Hotel Palace.

En su anterior obra habló de una “ideología invisible” y ahora de una “revolución silenciosa”, ¿es que hay alguna conspiración?

No, no creo en teorías de la conspiración. Hay una marea de fondo que no se hace pública porque no es políticamente correcto, porque no puede venderse fácilmente. Lo que estas ideólogas predican, al final, es la abolición de la familia y del matrimonio.
Todo eso que dicen está publicado, no es secreto...
El feminismo radical comenzó en el año 68 y rápidamente se convirtió al gramcismo: se propuso cambiar el sentido común cambiando a través de los intelectuales la forma de pensar. De manera silenciosa, cultural, poco a poco.

La ideología vestida de ciudadanía, ¿hace perder calidad en la educación?

Tiene mucho que ver porque la primera preocupación de la ideología del feminismo socialista es la educación. Las feministas radical-socialistas españolas constituyen una escuela de pensamiento que yo llamo teoría feminista y que se autoconsidera una manifestación de la teoría crítica de la sociedad, de la Escuela de Francfort. Se llaman a sí mismas feministas ilustradas. Su idea es que la mujer debe recuperar el concepto de ciudadanía del que fue excluido cuando surgió con la Ilustración. Para ser sujeto la mujer debe recuperar la ciudadanía. Sujeto es algo así como la persona para los partidarios del derecho natural o de la civilización occidental. La ciudadanía es lo que atribuye la condición de sujeto, de ser humano que trasciende.

¿La ciudadanía no se refiere a los derechos públicos?

Según la ilustración jacobina, en el estado previo al pacto social el hombre no sólo era bueno sino que además era indiferente sexualmente. La diferencia sexual es algo creado por el pacto social, por la sociedad, es una corrupción, en todo caso un constructo social, no es algo natural, la diferencia sexual no existe en la naturaleza real del hombre. Para recuperar ese concepto hay que volver al origen y partir de que los niños deben ser educados en ese origen en el que no existe diferencia sexual, para que en la educación de su afectividad y sexualidad elijan la orientación que quieran y obtengan la identidad sexual que elijan. Es el sexo a la carta.

¿La gente ‘de bien’ no se cree esto o le quita hierro? El presidente de la Fere se vanagloriaba que en sus colegios habían objetado pocos padres...

No sé lo que pasa en este país, creo que la gente no quiere ver. No quieren enterarse. El problema no está en los contenidos sino en la existencia misma de la asignatura. El lema del feminismo radical, lo personal es político, vuelve después de haberse olvidado los totalitarismos gracias a la victoria de los aliados en la segunda guerra mundial. Se vuelve a poner en la mesa la invasión por parte de la política de la esfera privada y las creencias de las personas. Las feministas radicales empiezan a hacer política sobre sus cuestiones más íntimas, a las que dicen que han sido relegadas las mujeres: la relación sexual, el matrimonio, la familia y las convierten en cuestiones políticas porque según ellas son relaciones de poder. Si la educación forma parte de la política, en consecuencia para ellas, la educación, la educación sexual, la educación en la justicia sexual compete al Estado.

¿Es normal que cuaje en España el feminismo radical, mientras otros países están de vuelta?

Creo que España es un país que a partir del 14 de marzo de 2004 ha derivado en un radicalismo que recoge todos los post que surgen en 1968. Ahí se aglutinan movimientos post-socialistas que no responden a la justicia social sino a cuestiones heterogéneas como la marginación de la mujer, el antinuclearismo,I los nacionalismos.

¿Hay vuelta atrás en este proceso?

La principal tesis de Simon de Beauvoir es que la mujer es un ser inferior por culpa da su corporeidad derivada de la maternidad, que la relega a funciones secundarias en el hogar. Esto supone un prejuicio radical en contra de la maternidad, la familia, el matrimonio. Como la mujer lo es por naturaleza y de ella forma parte la maternidad, hay razones históricas que han posibilitado que se llegara esas injusticias. Hoy se necesita un doble esfuerzo: por parte de la mujer, recuperar el valor de la feminidad; y por parte del varón, reconocerlo, conforme al principio de corresponsabilidad. Bien está que el hombre no pueda ser madre, sino padre, pero debe asumir las tareas del hogar y las que le corresponden como padre, algo que normalmente no hace en la sociedad actual. Hay una injusticia histórica producto del derecho romano y de la Ilustración: el Código Civil de Napoleón fue el que estableció la subordinación jurídica de la mujer casada al marido. Corregido todo eso, hoy la mujer no tiene nada que demostrar, pero en mi opinión tiene algo que recuperar: poner a cada uno en su sitio conforme a al complementariedad y la corresponsabilidad en todos los ámbitos de la vida.

¿Es posible el diálogo con las feministas radicales?

Es posible el diálogo con algunos feminismos. En general, el feminismo debe emanciparse de la izquierda y del feminismo de la igualdad, que niega la diferencia de los sexos. La naturaleza establece la diferencia biológica, lo cual no quiere decir que no establezca también la complementariedad y la igualdad de derechos. El diálogo con las feministas radicales que niegan cualquier diferencia es imposible. Con alguna de las feministas como Victoria Camps o Luisa Muraro, la más fumosa de las feministas de la diferencia en Italia, por supuesto que es posible. Con ellas se debe contar y tienen una labor muy importante para poder dialogar.