La Gaceta, Jueves 20 de marzo de 2008
El socialismo radical
Es una ideología que cambia el utopismo por el hedonismo
Celebradas las elecciones es momento de preguntarse qué socialismo es el que ha triunfado, y si su verdadera ideología “coincide o no” con el discurso que se nos ha propuesto durante la campaña, lleno de promesas y de talante. Después de cuatro años de Gobierno, se puede constatar que el Partido Socialista que llegó al poder el año 2004, no es el Partido Socialista de la Transición, que nació en Surennes en 1974. Aquel partido de los sevillanos se caracterizó por buscar un espacio propio dentro dela izquierda, que le diera personalidad e independencia respecto del Partido Comunista, dominante en aquellos años de oposición al Franquismo. Posteriormente González y Guerra consiguieron romper con el pasado republicano del viejo partido de Largo Caballero, e integrarse en la nueva España de la concordia. Ideológicamente, aquel socialismo, con marxismo o sin marxismo, mantenía el discurso obrero. El problema fue que luego derivó hacia el pragmatismo y la corrupción; pero al cabo, preteudía basarse en la solidaridad, y en la justicia socia], presupuestos ideológicos del socialismo. El socialismo vencedor es el que ha gobernado la Legislatura, y el que ha crecido con los votos radicales del pacto del Tinell. Es un socialismo radical. Esto significa que aborda todas las cosas de raíz, sin admitir la existencia de una realidad previa,o un fin definido. Es un producto del 68, y no del 48. Es una ideología transformada que cambia el utopismo por el hedonismo; separando habilmente la gestión económica de la utopía. Ya no habla de grandes reformas sociales; sus propuesta son ideológicas y abstractas, se refieren a temas relacionados con el sexo,la ampliación de derechos, la Alianza de Civilizaciones ycosas por el estilo. La nueva ideología se desenvuelve en un espacio líquido,en donde todo esta diluido: no hay certezas, ni verdades, ni puntos de referencia (Bauman). Es el pensamiento 68; al que Sarkozy acusó, al final de su campaña presidencial, de “ser culpable del capitalismo salvaje y la destrucción de la ética”. La radicalidad le ha llevado a abrir todos los melones, a poner todo en solfa: hay deseos, y estos deben ser satisfechos de inmediato. Esta es la base del hedonismo que ha sustituido al utopismo, puesto que ya nadie puede prometer el paraíso en la tierra, por que la promesa terminó en el gulag, basta con ofrecer el placer ocasional. Este socialismo ha renunciado a la promisión de la felicidad, se basta con la alegría del momento. Vuelve a ser la movida, el colócate del ideólogo viejo profesor, que bien pudiera repetir ahora el nuevo profesor Peces.Éste y otros, cuando teorizan la nueva ideología hedonista, encuentran en el deseo el fundamento de todo; también del derecho y de las leyes que han promulgado durante la legislatura. Por eso hablan de ‘derechos de tercera generación’: los que se fundamentan en el puro deseo, tales como la libre identidad de género, o los derivados de la llamada salud reproductiva, como el ‘derecho al aborto’. Y lo que es más pintoresco, el ‘derecho al hijo’ que se pretende reclamar al Estado, como si éste pudiera proveer de la paternidad y la maternidad. El fundamento de todo esto es una concepción del hombre egoísta. justo lo contrario de la solidaridad que estaba en la base del socialismo.Tampoco se basan en la justicia social y distributiva, sino en la llamada justicia sexual, que consiste en sustituir la lucha por acabar con la diferencia de clases, por la lucha por acabar con la diferencia de sexos, e imponer desde la educación infantil un mundo asexuado. Así han convertido la política social en política sexual, y cuando se refieren a políticas sociales parece que con lo primero que hay que acabar es con la familia y el matrimonio. Y también han cambiado la agenda política, que ya no contiene planes económicos, sino el aborto, la eutanasia o la investigación avanzada con células embrionarias.El problema es que luchar contra todo esto es difícil porque se apela al placer, a los instintos más básicos del ser humano. Es probable que tenga que pasar tiempo para que la gente hastiada de hedonismo descubra que lo que el hombre ansía es la felicidad. Y ésta conlleva a veces placer, pero también otras veces esfuerzo y sacrificio; sin embargo, al final, es lo único por lo que vale la pena vivir. Pero para ello es necesario que en España también derrotemos al 68, que constituye la asignatura pendiente de la oposición desde hace muchas legislaturas; pero esta es otra historia...
viernes, 28 de marzo de 2008
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